MEDIO PAN Y UN LIBRO

LA BIPOLARIDAD DEL ESCRITOR PLURIEMPLEADO.

Con esto de la escritura nunca sé en qué punto estoy.

Hay días en que me comería el mundo a fuerza de palabras y otros en que daría carpetazo a todo lo emprendido hasta ahora retomando mi vida normal, que aburrida no es.

Decidir si seguir, si publicar otro libro, si meterte en el absoluto infierno de la promoción y la venta sin tener el respaldo de una gran editorial detrás no es fácil, más cuando no vives de esto y lo haces por placer. La duda se convierte en tu compañera diaria y la pregunta “¿Pero para qué me he metido yo en este lío?”, en tu mantra.

Sí, he dicho infierno y placer en la misma frase. Esta es la prueba de que el título que he puesto a este texto no es por capricho, sino por puro sentimiento.

Y es que esto de las artes es un tanto ingrato por varios aspectos que pueden empañar, que no borrar, la mayor de las vocaciones.

Veréis, casi todo el mundo disfruta con el arte y la cultura, en mayor o menor medida, y no solo el autor de la obra, que por supuesto también.

Quien se deleita con una pintura, quien disfruta de la música, quien pasa las horas frente a un libro o se remueve con una poesía, está disfrutando del arte, pero pagar por ello ya es otra historia menos disfrutona.

Dar valor a lo que lo tiene, a lo que aporta, a lo que implica esfuerzo y talento es la gran reivindicación de los artistas. Si el fontanero no te arregla el grifo gratis, el narrador oral tampoco te cuenta el cuento gratis, ni el ilustrador te regala sus dibujos, ni el escritor te manda el pdf de su obra. Así de sencillo pero tan difícil de entender por muchos.

Ojo, que no estoy hablando de artistas peseteros, pero nos guste más o nos guste menos, en el mundo actual el parné es la única medida de valor que tenemos. Y si los artistas y sus obras dan y tienen valor, también deben costar parné.

Como os decía yo no vivo de esto (menos mal, porque hoy por hoy, de ser así, pasaría hambre). Mi afán por tanto no es en absoluto económico sino más bien orgulloso. Si quiero que mis obras sean conocidas y reconocidas, deben venderse. Y aquí es donde me topo con el infierno ya mencionado: la promoción y venta de un escritor autoeditado, que encima es pluriempleado y tiene el tiempo justo y la disponibilidad comprometida.

Sí, ya lo sé, si mi objetivo es que mis libros se conozcan y lleguen lejos también podría regalarlos, y tampoco creáis que me importaría ni lo descarto, pero… si algo he aprendido es que, en este y en cualquier otro ámbito de la vida, lo gratis no se valora, y, al menos de momento, prefiero que mi trabajo se valore.

¿Veis? Otra vez de bruces con la dichosa bipolaridad.

Supongo que llegados a este punto de contradicción la única salida que tengo es huir de la autoexigencia y dejar que las cosas fluyan.

El día que tengo ganas de escribir, escribo, esbozo el argumento, dibujo mi storytelling y sueño con los jóvenes lectores que tendrán mi nuevo libro en sus manos… y el día que me agobio o no le veo sentido… paro. He de decir que aprovecho muy bien los días de “tengo ganas” y que de momento suelen ganar a los de “paso total”.

Es decir, mi estrategia actual, hablando llanamente, es hacer en cada momento lo que me pida el cuerpo. ¿Qué queréis que os diga? Ventajas de la bipolaridad del escritor pluriempleado 😉.