MEDIO PAN Y UN LIBRO

EL RETO LECTOR EN LA ERA DIGITAL.

Son muchos los beneficios que la lectura aporta al ser humano, tanto para su desarrollo intelectual como social. De ahí que leer bien sea tan relevante para nuestras vidas, más allá del ámbito escolar o académico. No en vano se dice que quien lee bien, vive más: más experiencias, más sensaciones, más relaciones, más tolerancia, más empatía… Autores como el filólogo y experto en educación Fernando Alberca llegan a enumerar hasta 87 ventajas que el buen lector experimenta en los distintos ámbitos de su vida.

Habrás notado que hablo de “leer bien”, o de “buen lector”, porque como dice otro gran gurú de las letras, Antonio Basanta, en su libro “Leer contra la nada”, no es lo mismo ser un lector que un leedor. No se trata de juntar letras, se trata de interpretar, de entender y extraer de ellas todo lo que transmiten, porque si se hace bien, los beneficios serán mucho mayores. De hecho, está demostrado que el disfrute de la lectura tiene su origen en la calidad de su aprendizaje.

Con la irrupción de las pantallas en nuestras vidas surge un inevitable temor a que estas dificulten ese aprendizaje en los más pequeños, y de que a los mayores nos distancien de los libros y sus beneficios. Y es que no podemos negar que el entretenimiento, dinamismo y satisfacción inmediata que nos proporciona la tecnología, sin exigirnos gran atención a cambio, son un duro competidor para el papel, que ofrece una lectura mucho más contemplativa.

Seguro que estás al tanto de que muchas instituciones educativas que antes abogaban por el paperless (sin papel) están ahora retrocediendo y poniendo en marcha un proceso de desdigitalización en sus aulas. ¿Por qué? Porque las distracciones que las pantallas generan en los alumnos los alejan de las explicaciones de sus profesores, robándoles la concentración y dificultando su comprensión y por ende su capacidad de análisis.

Hay estudios enfrentados sobre la retentiva al aprender o estudiar con pantallas frente a hacerlo en papel. Mientras unos defienden que no se aprecia ningún deterioro en la asimilación de contenidos, otros argumentan que la inteligencia de nuestros niños y jóvenes se está viendo limitada y comprometida, al no ser capaces de prestar una atención profunda en sus tareas académicas.

Así las cosas, no es de extrañar que esto genere pavor entre educadores y padres, pero en este punto el quid del asunto radica en cambiar el miedo por conocimiento.

Volviendo al tema que nos ocupa, la lectura, está demostrado que actualmente se lee más que antes, aunque se haga de forma diferente. La tecnología pone a nuestro alcance infinidad de textos, estudios, libros, contenidos… que en papel sería imposible tener a mano. Aporta además herramientas muy útiles para reforzar (que no sustituir) el aprendizaje tradicional de la lectura de forma eficaz y amena, haciéndolo divertido para los más pequeños y generando en ellos un mayor gusto por las letras desde edades tempranas.

Podríamos entonces decir que la tecnología facilita y fomenta la lectura, pero, como en todo, hay una cara B.

La experta en familia, tecnología y educación, María Zabala, nos dice algo que es obvio pero que a veces se nos olvida, posicionándonos en los extremos: en el mundo de las pantallas ni todo es malo, ni todo es bueno y en nuestra mano está encontrar el equilibrio. ¿Cómo? Ajustando el tiempo de uso de pantallas según el contenido, así como poniendo al alcance de los niños otras alternativas, como pueden ser libros que sean de su interés, y no impuestos.

No es lo mismo estar una hora frente a un juego de marcianitos que estar utilizando apps de refuerzo lector o consultando en Wikipedia la historia de Lego, por ejemplo. Por eso, el tiempo invertido para esas tareas, tampoco debería ser el mismo.

El reto está en ser selectivos y conscientes

Porque quien habla de niños, habla de adultos. Cuando estemos frente a una pantalla, debemos discernir entre lo que nos entretiene y nos enriquece, como un artículo sobre algún tema de nuestro interés, y lo que nos entretiene, pero no nos aporta nada de valor, como los infinitos posts o vídeos de algunas redes sociales, sobre los que hacemos scroll compulsivamente. Esto último se está convirtiendo en un ladrón de tiempo a mano armada, un secuestrador de nuestra atención durante horas que, si hiciéramos un recuento mensual, nos asustaría.

Siendo como son nuestras horas limitadas, invertirlas mal nos aleja de otras muchas actividades gratificantes, por ejemplo, en el caso que nos concierne, la lectura pausada de una buena novela ya sea en papel o no.

Llegados a este punto, podemos concluir que el soporte sobre el que se lea no es determinante para el fomento y disfrute de la lectura. Quien disfrute leyendo, lo hará en pantalla y en libro físico. Sí lo serán por el contrario la calidad del ejercicio lector y nuestra capacidad para invertir nuestro tiempo y concentración en él.

Al fin y al cabo, como la mejor de las especies, la lectura está en continua evolución y adaptación, por lo que su supervivencia está garantizada.