MEDIO PAN Y UN LIBRO

ChatGPT Y AUTORES, ¿SE ACABÓ LA PROPIEDAD INTELECTUAL?

Hace algunos meses en un encuentro de escritores me preguntaron si nuestro papel estaba en peligro con la aparición de ChatGPT. Reconozco que la pregunta me sorprendió y asustó a partes iguales. Será que peco de inocente, pero jamás se me habría ocurrido recurrir a un chatbot para escribir mis libros. Sin embargo, en muy poco tiempo, hemos normalizado tanto la presencia de estas herramientas en nuestras vidas que para muchos se han convertido en el nuevo Google.

Como escritora a la antigua usanza, no puedo evitar escandalizarme cuando veo a la venta manuales que presumen de enseñarte a escribir un libro en cuatro horas usando Inteligencia Artificial (IA) u obras que han sido escritas con esta innovadora ayuda. También hay numerosa documentación en la que te aconsejan recurrir a la IA ante un atasco en el proceso creativo de tu manuscrito. ¿Tu manuscrito? —no puedo evitar preguntarme—, ¿será de verdad tuyo si recurres a la IA?

Eso que me parecía ciencia ficción hace tan poco, ya es una realidad, así es que toca, una vez más, cambiar el miedo por conocimiento, y de ahí este artículo. Investigando sobre el tema veo que, como en todo, hay corrientes, ideas enfrentadas más o menos catastrofistas, pero lo que está claro es que herramientas como ChatGPT ponen en jaque los derechos de autor y la propiedad intelectual.

Veamos: la actual Ley de Propiedad Intelectual, considera como autor “a la persona natural que crea alguna obra literaria, artística o científica”. Y considera objeto de esta ley a “todas las creaciones originales literarias, artísticas o científicas”.

Destaco del párrafo anterior dos palabras: “persona” y “originales”.

¿Es la IA una persona? No. ¿Son originales los textos o ideas fruto de otros textos e ideas ya existentes? No. Por tanto, creo que estaremos de acuerdo en que los textos u otras obras artísticas o científicas generadas por IA no están bajo el amparo de la Ley de Propiedad Intelectual, esto es, no están sujetos a derechos de autoría. Nadie que utilice esas técnicas para la creación de sus obras podrá declararse autor de las mismas. Hasta aquí, bien.

Pero ¿cómo estar seguros de ello? ¿Podemos confiar en la autoría de un libro firmado por un escritor y descartar que haya en él rastro alguno de IA? Pues al parecer está más o menos controlado. Existen herramientas para detectar textos generados por IA, incluso podríamos preguntar a ChatGPT si un texto ha sido creado por él mismo (sí, es un círculo vicioso que tiene cierta gracia). Además, quiero creer que las editoriales hoy en día tienen muy presente esto y cuidan la originalidad de lo que publican como tal. Si esto es así, los escritores que recurrimos “solo” a nuestra mente humana y limitada, no estaríamos en desventaja.

En este punto del artículo pensaréis que respiro con más tranquilidad, pero no. Es lo que tiene la información, que te da poder… pero también te da otras perspectivas.

Al principio de mi modesta investigación me preocupaba que nadie firmara un texto que no fuera suyo… pero ahora lo que me preocupa es que ChatGPT y compañía, utilicen los textos que sí son de alguien. Me explico. La autoría de una obra no solo acredita que tú eres el autor, sino que además protege tus obras ante explotaciones ajenas. Aunque un texto, una investigación o cualquier obra, haya sido publicada en abierto, si está sujeta a derechos de autor, cualquiera que la utilice está obligado a citar la fuente original. Sin embargo, cuando la IA genera un texto lo hace recurriendo a innumerables documentos, textos, investigaciones y creaciones de cualquier índole ya existentes, dando lugar a un “mejunje” informativo con la mezcla de todas ellas, sin garantizar su veracidad y por supuesto sin citar a sus autores. Esto vulnera con descaro los derechos de la propiedad intelectual y como podréis imaginar está desencadenando una ola de demandas de difícil resolución ya que de momento no existe una legislación global que garantice la misma protección frente a la IA en cualquier parte del mundo.

Llegados a este punto podríamos concluir que la IA está aquí para quedarse y que con toda seguridad irá a más. En muchos ámbitos de nuestra vida aprenderemos a convivir con ella, incluso a sacarle beneficio, pero en otros como la creación de obras, artísticas o científicas, y también en la educación, donde su impacto da para otro artículo, debemos ir con cuidado.

Ningún avance tecnológico debe pisotear el trabajo ni el esfuerzo de nadie, y esto solo se podrá garantizar con una legislación mundial adaptada a la paradójica realidad artificial.